Resulta mucho más frecuente de lo habitual observar
errores graves que ya son típicos en el día a día de las ONG y en el tejido
asociativo en general.
Dentro de estas entidades hay personas con cargos
directivos de responsabilidad que frecuentemente comenten el grave error de no
delegar en el quehacer diario. En términos generales, este tipo de tropezones
tiene un mismo caldo de cultivo: por un lado, la personalidad del sujeto en
cuestión; en general, una personalidad con evidentes signos de desconfianza y
con expresión clarividente de ejercicio del control sobre quién tiene a su
alrededor; por otro, se trata de sujetos que se consideran imprescindibles en
la entidad bien porque la vieron nacer, bien porque por su cargo se creen
equivocadamente así, bien porque su personalidad tiene estos rasgos.
Sea como fuere lo cierto es que esta situación origina
verdaderos problemas que llegan incluso a fragmentar el buen funcionamiento de
la actividad de la junta de gobierno de la ONG en cuestión.
Ilustraré esta situación con ejemplo real. Conozco una
entidad sin ánimo de lucro, cuya cabeza visible la ostenta actualmente una
persona que, con su buena voluntad, está originando un grave problema. Toda la
actividad de la su junta de gobierno tiene que pasar por sus manos; esta
persona se adelanta a los acontecimientos y cuando se delega un trabajo, la
persona que se ocupa se encuentra con el hecho de que una parte del trabajo ya
está ejecutado.
En este aspecto, como en otros muchos de la vida, hay que
saber diferenciar: una cosa es la coordinación y otra el control.
Un gobierno, sea local, autonómico o de la nación, está
presidido por un Alcalde o por un Presidente, que son quiénes coordinan la
labor de todo su equipo. Pero ellos en ningún momento realizan el trabajo de
sus colaboradores. Cada cual tiene sus competencias, y nadie invade
competencias ajenas. Se coordinan y suman esfuerzos. Pero nadie se mete en el
terreno de nadie.
Pondremos otro ejemplo gráfico más evidente… y actual.
Pongamos que el concejal de obras públicas de un ayuntamiento solicita una
reunión con el consejero de fomento de su comunidad autónoma para negociar el
tema de la variante de una ciudad. ¿Qué cara se le quedaría al edil de turno si
al llegar a la reunión comprobase que su Alcalde ya se ha reunido con el
Presidente de la Comunidad a la espalda del concejal, y ha negociado la obra sin tener él ninguna información al respecto?
Quedaría, de entrada, como un incompetente. Para seguir, como inepto. Y para
terminar, el ayuntamiento en cuestión daría una imagen de descoordinación
absoluta.
Cualquier gobierno, público o privado, debe pasar por los
cimientos de la coordinación. Nunca del control. Menos todavía del control de
la Presidencia porque ello lo transforma en un gobierno absolutista. La
coordinación es importante pero tan importante como la propia coordinación está
el hecho de la delegación; un engranaje fundamental en cualquier entidad sin
ánimo de lucro.
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